domingo, 8 de diciembre de 2013

Dulce cariño

Nala

 
Recibo más de lo que doy. Esa sensación tuve, cuando mi gata Nala rozó con su rabito en mi pierna. Miré para abajo… y ahí estaba con su mirada limpia, buscando mi mirada y con un imperceptible maullidito, me dio los buenos días. Recibo dulce cariño sin pedirlo.





sábado, 9 de noviembre de 2013

Evocación


Ha causa de una canción, me vi sumergida en recuerdos. No sentí tristeza… quizá un poco de añoranza.

Muchos años hace de ello, muchos años hacía que no escuchaba dicha canción.
 


Oía los acordes en mis oídos y sin ningún esfuerzo podía recordar toda la letra; mientras  sentía nostalgia, asombro de darme cuenta lo inocente, esperanzada, vivaz, alegre, llena de vida que estaba entonces y, de seguido… con sorpresa, darme cuenta que soy la misma, que sigue todo eso que reconocía de un tiempo pasado, en mí. Todo cambia, cambiamos todos pero mi “Ser” sigue ahí inmutable, latente, esperando asomar en cuanto se le de una oportunidad.
 
 

martes, 8 de octubre de 2013

Muéstrate





 
 
 
 
Si quieres que vayamos de la mano en una tejida amistad… muéstrate.

No me interesa que despliegues ante mi, tu máscara convencional.

Lo que necesito es “verte” siendo contigo ese “ser” de andar por casa.
 

viernes, 27 de septiembre de 2013

¿Quién?


¿Quién?
Él, un ser iluminado, un buda con muchos nombres; con los que él mismo se define y con los que, quien le conoce, le identifica.
Una misma persona ¿Qué importa quien es? Puede ser alto, bajo, gordo, delgado, guapo, feo. Puede ser simpático o borde, amable o cordial. Puede ser controvertido y provocador o conciliador.

No es nada de todo eso. Simplemente “Es” y, a veces, ves algo de todo eso en él, otras sorprende porque, en todo momento… “Esta” en acción. En todo momento dice ser un acontecer, prestando atención. Viendo a los demás, viéndose en ellos, comprende que todos somos él y él es todos, y, tan solo ocurre ¿Qué importa quién? Lo que importa es que él… “Es”.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

domingo, 18 de agosto de 2013

Supongamos

Un día leí una leyenda anónima japonesa, hablaba sobre un «hilo rojo». El texto literal viene a decir: «Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar, contraer o enredar pero nunca romper»  En seguida me hizo pensar en experiencias mías, personas que habían aparecido en algún momento de mi vida, con las que sentí en lo más profundo de mi ser una conexión inexplicable. Aquel descubrimiento me hizo buscar sobre el origen de dicha leyenda y,  cómo no, sacar mis propias conclusiones.

La más popular en los hogares japoneses es ésta:
 Hace mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa, quien tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mandó traer ante su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con un bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: «Aquí termina tu hilo», pero al escuchar esto el emperador enfureció, creyendo que era una burla de la bruja, empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la bebé se hiciera una gran herida en la frente, ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza. Muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda. Y en el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente… Al levantárselo, vio que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente.
 
 Otra cuenta: Que un anciano que vive en la luna, sale cada noche y busca entre las almas aquellas que están predestinadas a unirse en la tierra, y cuando las encuentra las ata con un hilo rojo para que llegado el momento… se puedan encontrar.
 
 Y, hace unos días, hablando de ello con un amigo… recordé. Ya sé que aquí también hay leyendas o dichos sobre este tema. La diferencia es que, casi en exclusiva… se refieren a encontrar tu “Alma gemela”… “Media naranja” y que cuando ocurre, lo sabes, etc.… etc. Es decir, parece que solo ocurriera para encontrar tu pareja –visión, que limita totalmente las esperanzas del personal ¿Qué ocurre si ya hallaste a dicha persona y… por lo que sea… ya no esta contigo? ¡Un tanto desesperanzador!- Probablemente es por lo que llegué más allá en mis suposiciones; aunque… no es cierto, lo que me sucedió en distintos momentos de mi vivir, me hacen verlo desde un punto de vista más abierto y quien, en algún momento de su existencia le ha sucedido algo así… sabe a lo que me refiero,  sin duda… sabe de lo que hablo.
 Sé que hablo de algo extraño cuanto menos, incomprensible e impensable para muchos que, probablemente, lo encasillen en el lugar: “misticismo y tonterías de esas que dicen les pasa a los que están en su mundo” Posiblemente opinen que solo es algo inventado, por no soportar saber que es condición ineludible  del ser humano, sentirse solo. Opinión totalmente respetable, por supuesto pero que no me hace dudar de mi sentir, ni a nadie que lo haya experimentado. Sencillamente, porque es tan intenso y tan real, cuando te sucede, que no existe la menor duda.
 Aún pensando en contra de su existencia…  podemos llegar a suponer que existe dicho suceso inexplicable, vamos a partir de la idea que hay quien ha tenido la fortuna de encontrar un hilo rojo. Encontrándonos en este punto, puedes preguntar al respecto:
 - Entonces ¿qué se supone es ese hilo rojo?-.
 
 Mi respuesta es muy sencilla: Es amor, puro, simplemente, amor a tu mismo ser, es reconocerte, saberlo solo con mirar los ojos de esa otra persona, en un momento instalarse una conexión inexplicable, independientemente sea de tu mismo sexo o no. Es decir, no tiene por qué ser solo el amor que nace entre un hombre y una mujer que se atraen y enamoran y esto es lo genial, aunque… a la vez… puede suponer un problema, por lo fácil que resulta llegar a confundir esos sentimientos tan intensos y es cuando –como dice la leyenda- ese hilo rojo  puede tensarse o se enrede demasiado aunque nunca, se romperá.
 

Hay otras razones para que se enrede o tense. Puede ser que una de las partes, sí sea consciente de haber encontrado uno de sus hilos rojos sin que la otra lo perciba. Se me ocurre compararlo con dos líneas paralelas, que van en la misma dirección, pero no están en el "mismo punto" para terminar de converger. Supongo que, por alguna razón… es como tiene que suceder con dicha persona. Algo quedará, algo que aprender o reafirmar cuando el hilo rojo solo lo percibe una de las dos partes.  
 
 Alcanzando a suponer que exista algo de verdad en esta leyenda… Podemos llegar a imaginar que es una vivencia intensa e inexplicable, por tanto, la sensación del propio suceso nos descoloca, apareciendo confusión e incredulidad. Añade que, a causa de la necesidad que tenemos, de colocar todo "en su lugar" en nuestras mentes… quieres encontrar dónde es que pertenece dicha vivencia. Lo que puede desconcertarnos hasta el punto de confundir los sentimientos.
 
Suponiendo se diera el caso, en el que se nos pusiera  delante un suceso así, lo genial y espontaneo sería, que nos limitáramos a sentirlo tal cual es y nos olvidáramos de filtrarlo por nuestras mentes pensantes, lo percibiéramos … tal como se manifiesta… amor puro y simple. Circunstancia que nos permitiría vivirlo, como suceso único, con su total intensidad.
                             


 



 

viernes, 2 de agosto de 2013

Complicado


Esto no es fácil. Sí, se dice muy rápido; Soltar, eso es todo y sabes que eso es lo que tienes que hacer, sabes que no has llegado a unas conclusiones erróneas, tu experiencia te dice que así es, crees en lo que piensas, estas convencida… crees en lo que quieres hacer.

Pero es tal el desequilibrio que te provoca lo que has decidido que… casi estas a punto de mandarlo todo a paseo y seguir en el mismo sitio, haciendo las mismas cosas, con las mismas dependencias. Pues tu ego no deja de parlotear, poniendo ideas en tu cabeza para que desistas en el intento.

Piensas que vas a fracasar una vez más con el tabaco, piensas que si no entretienes tu tiempo haciendo el tonto por Internet… acabaras, de nuevo en esa montaña rusa que estabas antes, por no estar distraída con algo y no es verdad… lo sé, no lo es.

 Hay argumentos que me cuesta rebatir para seguir en mi postura. Con dejar de fumar: “Voy a engordar” ”Ahora que casi estas en tu peso… engordarás” “Total, lo que me gasto en tabaco… no lo voy a invertir en mi… ya me ha pasado” “Si no voy a ser capaz, huelo a tabaco y me voy detrás” Todo esto lo rebato sustituyendo esos pensamientos con otros que sé que son los acertados ¡Son en los que creo! “Seré más libre” “Ya me encargaré de seguir en mi peso” “Si puedo conseguir otras cosas y más difíciles… esto con mayor razón”

 El miedo a volver ha sentirme perdida, es eso… solo un miedo que mi ego pone, y seguir atrapada. Precisamente aquí, es donde me encuentro con otro obstáculo, difícil de salvar. En estos últimos años he cambiado mucho, no soy la misma, no me siento la misma, la transformación que ha ido sucediendo durante este tiempo… me hace sentir soy otra persona y ver muy lejana aquella que era, con miedos, inseguridad y que no se valoraba. El problema surge cuando me miro al espejo… ¡soy la misma! la imagen me devuelve esa misma persona y me domina un pensamiento: “Puede que no sea tan real ese sentir tan profundo y todo sea, una pantalla de humo para no ver lo real de mi situación".

 A todo esto hay que añadir ese sentir en el que también creo, es mejor no esperar nada, es mejor dejar de pretender llegar a ningún sitio y solo vivir cada instante… sin más. Es con lo que entro más en conflicto, con los objetivos, sé que tengo que olvidar cual es mi objetivo, solo el objetivo de ese instante. Si ahora mismo estoy escribiendo… pues escribo y el objetivo pasa a ser acción, sé que tengo que limitarme a esto, acción día a día y ya.
Sé que así lo conseguiré, y es entonces cuando pasa lo peor… cuando me digo que sé que tiene que ser así, es cuando salen unos pensamientos rebeldes: “¡Quién me mandaría a mi cambiar en lo que estaba! Todo iba bien, equilibrada, a gusto, contenta y con ganas de todo ¿Por qué me empeñé en cambiar algo?” Y el pensamiento más conflictivo surge: “¿En serio creo que esto me va a llevar a conseguir lo que pretendo? Si ya he tenido que soltar en el pasado y de qué modo. Pues… ¿Por qué no seguir como hasta ahora y si ocurre… pues soltaré y si no… para qué pasarlo mal?”

Esto es muy difícil, había dejado de tener estas luchas interiores, estaba en paz ¿A qué viene ahora… hacer esto? Pero un sentir muy profundo me dice que debería probar a ser yo la que elige soltar, y no esperar a que sean las circunstancias las que me lo ponen delante. Esto es complicado…. Muy complicado.
 
 

miércoles, 31 de julio de 2013

"Estar en punto muerto"


Todo se resume a, soltar. Es probable que si dejo de tener dependencias… varias, deje de tener esta sensación de “estar en punto muerto”.
Cierto es, que hubo un momento en mi pasado, que era necesario “parar” mi vida para prestar atención a algo esencial y de vital importancia en ese momento. Y, para no sentir que pasaba a segundo plano… mi vida, comencé a agarrar lo que se ponía en mi camino que no dificultaba seguir atendiendo aquello tan importante. Así es como llegué, sin darme cuenta, a seguir un patrón. Que me ayudó a llegar hasta aquí pero me dejó la sensación ésta de “estar en punto muerto”.
 
¿Qué hacer para que algo cambie y así, posiblemente dejar de tener esta sensación? Romper con aquellas dependencias que tengo ahora, soltar… soltar todo aquello que me hace pensar que: “estoy donde estoy, que he llegado hasta aquí… gracias a tal o cual cosa o persona”.
 
Y este soltar comienza primeramente, con mis hijos. Estuvo bien aferrarme a ellos cuando el dolor ocupó todo mi ser, dediqué todas mis energías y tiempo a sacarlos a delante por lo que mis sentimientos pasaron a segundo plano y así… todo fue cicatrizando lentamente hasta llegar a éste punto de ahora. Pero esa labor, toca a su fin y aunque, en todo este tiempo he ida ya soltando y soltando en cada momento lo que era necesario para que siguieran creciendo… ahora he de soltar del todo, no tanto para que terminen de ser ellos, como para mi beneficio, mi vida no tiene que seguir ya parada por nadie. Esto ya esta en proceso desde hace algo de tiempo, falta el hilo final que… me resisto a soltar. Por tanto, mi empeño y que la naturaleza hará lo demás, quiero decir, ellos seguirán su camino, ellos soltarán también, aquí queda poco para que ocurra lo que tiene que ser,
 
El tabaco, me estoy fumando el último cigarrillo. Ya ni recuerdo las veces que lo he intentado ¿Lo diferente a otras veces? Estoy harta de ser una esclava de algo, que encima… me perjudica, harta de perder el tiempo cada noche, en hacerme los cigarrillos del día siguiente, harta de estar pendiente de no quedarme sin tabaco ¡NO… HASTA AQUÍ!  ¿Para qué lo necesito? ¿Qué me aporta? ¿A dónde me lleva? Solo a sentirme débil, a pensar que soy incapaz de romper con algo que me coarta mi libertad y, lo más importante… ahora, quiero soltar, soltar todo lo que me tiene sujeta a… algo.
 
Facebook, si me pusiera a contabilizar todo el tiempo que me absorbe esta red social… seguramente, me sorprendería y mucho ¿Que me ha aportado mucho también? Cierto, pues gracias, no solo a esta red social, sino a Internet en general he aprendido y alimentado mi curiosidad. Además… de algo muy importante, he encontrado muy buena gente por aquí y, sobre todo a alguien que ya forma parte de mi vida, aunque aún no le conozca en persona y me refiero a mi buen amigo, ese que siempre sabe señalar hacia el lugar adecuado, que me escucha y anima y me ofrece tanto cariño virtual que hace sienta que yo también forma parte de su vida.
He igual que con mis hijos y con el tabaco, es cuestión de tiempo y creo que de poco tiempo ya… con mi dependencia a este medio… no será tan fácil soltar ¿Por qué? Porque puede que pierda mucho el tiempo por aquí pero, a la vez… cuánto de ese tiempo bien invertido, gratificante y que me ha aportado alegría, momentos buenos, muy buenos, de conexión con alguien y de sentir que no estaba tan sola.
 
Pero ahora ya, no es ese mi momento, ya no me siento sola, ya no tengo porqué seguir anclada a nada, puedo empezar a dar cuerda a mi vida y si, para ello… he de romper con este entorno que creé a mi medida, para que algo se mueva ... ahora, pues soltaré. Eso es lo que haré.
 
Y esto pensaba esta mañana, a estas conclusiones llegó, mientras le daba las últimas caladas a ese último cigarrillo, Lo que entonces no sabía, es que una conversación con ese buen amigo que quería tanto, le haría mirar hacia otra importante cuestión.
Esa tarde, con aquella conversación, empezó a vislumbrar algo que también sospechaba desde hacía ya mucho tiempo y una pregunta se acopló en su mente: "¿Realmente, el motivo para alejarme de este medio y de mi amigo… es querer soltar?"  Recordó exactamente qué fue lo que le dijo: “No creo que tengas dependencia de mi. Sólo creo que para soltarte de algo te has agarrado a otro algo. Pero vamos a ver que pasa” No se había agarrado a otro algo… llevaba mucho tiempo agarrada a algo que la hacía -o eso había creído hasta ahora- que la hacía sentirse segura en ese mundo que creó a su medida: Guardar la distancia con todo y frenar cuando alguien pasaba a ser importante en su vida. Ya lo había hecho otras veces, con amigas suyas, con amigas y amigos de sus hijos, con posibles parejas. Algo parecido a… “Si no entra nadie más a ser importante en mi vida, no tendré porqué preocuparme de mi estabilidad, ni sufriré o preocuparé por nadie más de los que ya están en mi vida”
 
Sorprendida de ese descubrimiento, que llevaba ya tiempo latente en su interior… volvió a coger el teclado para seguir afianzando el hilo de sus conclusiones.
 
 

martes, 30 de julio de 2013

No es melancolía

Tranquila, con su alma en calma y un espíritu fuerte, persistente y decidido, se sentó en la cama poniendo el teclado sobre sus rodillas y se dispuso, una vez más, a liberar de su mente aquello que se abría paso entre los pensamientos:
Llegados a este punto de mi vida, tengo en mi haber mucho aprendido aunque, no es nada para lo que me queda por aprender.
Esta mañana, al despertar, con la tranquilidad de no tener prisa, nada inmediato que hacer, pude dedicarme a dejar que mi mente, vagara con total libertad, aunque consciente del hilo de mis pensamientos, objetivándolos … me han llevado a algo que me dijo anoche, un buen y querido amigo: “Noto algo de melancolía en ti”. Mi respuesta fue que no, que estaba bien. No mentía, estoy bien… muy bien y una vez más, los comentarios de mi buen amigo… sirvieron para darme cuenta en qué punto estoy.
 El recordarlo me llevó a preguntar “¿Melancolía?” No, no siento melancolía. Aunque sí tengo la sensación que, desde hace tiempo… mi vida esta “En punto muerto” -Buscaba más adjetivos para expresar mejor mi sentir pero… es eso… sin más-. No es que no ocurran cosas en mi vida ¡Ya lo creo! A veces… preferiría que fuera algo más monótona. Si tuviera que buscar una constante en mi vida, quizá la más acertada sería esa: cambios, constantes, demasiado a menudo, que marcan diferencias. Pero… mi vida no es distinta a la de cualquiera, pues todo esta siempre en cambio. Tal vez, la diferencia esté en tener conciencia de que ocurren a tu alrededor. Sobre todo, si partimos de la base que nosotros mismo somos cambio constante. Por tanto…. ¿No es todo uno?.
 Antes, si algo cambiaba, podía desequilibrarme en mayor o menor medida, dependiendo de su transcendencia para con mi equilibrio como madre y pilar de nuestro hogar, así como para mi interior como persona. Ahora, en este instante de mi vida… ya no.
El darme cuenta de ello hacía que me desconcertara un poco, por pensamientos como éste: “A ver, te esta ocurriendo algo importante y que no puedes solucionar y… estas tan tranquila, no te agobias ni le das vueltas en tu cabeza al problema buscando salidas, solo pacientemente… prestas atención al momento, esperas, escuchas y… ya” Ese “Ya” me llevaba a una respuesta, desde que quité de mis pensamientos la idea que todo me ocurría a mi,  que mi vida era una constante lucha para resolver problemas… desapareció el agobio.
La respuesta a tal desconcierto es muy sencilla, si ahora se van resolviendo las cosas con la sensación de ser más fácil… no es porque haya dejado de buscar soluciones, porque pase o porque no les de importancia. El motivo es que he dejado de luchar contra mi entorno, he dejado de esforzarme en que todo salga perfecto, he dejado de empeñarme en ser la madre perfecta, el pilar perfecto de mi hogar, la trabajadora perfecta, la amiga perfecta y, por qué no incluirlo, imaginar que si vuelvo a tener a mi lado a alguien llegaría a ser la pareja perfecta para él ¿A qué buscar tal? ¡Si no existe! La perfección es una imagen en tu mente, nada más. La realidad es que somos… como somos y en cada instante… “Somos” dependiendo de tantas cosas que… es inútil y un derroche de energía, el empeñarte en ser otra cosa en cada instante que vives.
 Todos estos pensamientos me llevaron a dejar de desconcertarme cuando podía guardar la calma ante, fuera lo que fuera ocurriera y… a disfrutar de esa calma porque así todo era más sencillo, no digo fácil, un suceso en nuestra vida puede tener o no fácil solución en ese instante, y si no das con la forma de solucionarlo… ya ¿A qué darle más vueltas? Solo si estas alerta de lo que va sucediendo podrás hacer algo… si eso es lo que tiene que ocurrir.
 Vale, entonces si ya hace que llegué a estas conclusiones… ¿Por qué persiste la idea de “Estar en punto muerto”? Bien, porque nos guste o no, sea útil o no…. Pensamos y esos pensamientos nos llevan a unos sentimientos que, a su vez… nos lleva a un sentir interior. Esta claro ¿No? He de cambiar algo en mi interior porque, una vez conocido y analizado ese pensamiento… observo, descubro que algo… a de cambiar. Solo queda dar con ello, aunque… sospecho algo.
Abandonó el teclado encima de la cama y comenzó el día.
 
 

lunes, 17 de junio de 2013

Ahora lo sabía


Está demostrado que si te dan amor, si notas cómo te aceptan y te aman… progresas bien como persona, adquieres confianza en ti mismo y aprendes a quererte, la autoestima crece y, por ello, tu mente aloja menos miedos.

En teoría, hay muchos matices a tener en cuenta dentro de ésta teoría. Al menos, ella llegó a esas conclusiones.

 
Tenía 16 años cuando le conoció y algo saltó dentro de ella desde que le echó el primer vistazo, aunque por la diferencia de edad, la confianza y el saber estar que veía en él… desde el primer momento descartó, que pudiera fijarse en alguien que era y se sentía una niña a su lado. Entonces no sabía que, precisamente, su alegría y espontaneidad de niña, cautivarían a ese chaval de 22 años. Salían con más gente, pero él empezó a provocar que se quedaran a solas, hasta que comenzó a ir a buscarla al trabajo y la llevaba a la academia en donde estaba acabando sus estudios. Pacientemente esperaba a que acabara su horario de estudios, para estar juntos hasta la hora en la que tenía que llegar a casa.

 Así, es como comenzó una relación en la que guiaba el amor, su hombre la adoraba, a su lado se sentía deseada y aceptada. Tuvieron unos hijos sanos, alegres y para completar el paquete, amigos con los que se divertía y podía ser ella.

 Un entorno adecuado para demostrar tal teoría, pero… había un pero, no era todo tan perfecto. Él era una persona divertida, con mucha facilidad para hacer amigos, tranquilo y amoroso, aunque guardaba en su interior, una cadena que le tenía atado a algo que no le gustaba y que le llevó a estar en continua lucha dentro de su ser. Ello le hacía sentir, que no merecía aquella vida que tenía al lado de esa mujer y esos hijos, que siempre le demostraban lo que le querían y cómo le valoraban.

 Por tanto, ocurrió todo lo contrario que, a simple vista, podría creerse de aquella familia, en esencia feliz y unida. Pero con un fondo que fue dañando la autoestima de esa mujer, hasta sentirse culpable por no saber, por no dar con la forma de ayudar a su hombre, a salir de aquel tormento que le mantenía atado a algo peor, que no podía superar. Pues pensaba, que todo ese amor que sentía hacia él, toda su dedicación no tenía el suficiente valor ni fuerza para poder ayudarle.

Así, salió de ésa historia debilitada y confundida pues, había sentido qué es ser amada, deseada incondicionalmente y, a su vez, insignificante.

Lo bueno es que ahora sabía y, por ello, nada importaba del aquel pasado, para ahora… ser ella.

domingo, 9 de junio de 2013

El diálogo en el relato corto


Vamos a dejarlo

Una tarde más, se vistió, maquilló para disponerse a hacer el recorrido, que tan bien se conocía.

Una vez más, miró desde fuera para ver si tenía suerte, estaba y no tenía que seguir hasta dar con él.

Ahí estaba; solo, cabizbajo, mirando desde el fondo de aquel vaso.

Entró y como siempre se acercó a él con una sonrisa, intentando hacerle llegar con su mirada, todo el amor que sentía hacia él.

-       Hola, me aburría en casa.

-       Hola –respondió él acercándose para besarla-.

-       ¿En qué andas? Estas muy serio.

-       Nada… nada nuevo.

Como de costumbre, cada vez que le notaba tan decaído, empezó a buscar en su mente algo que contarle que le sacara de su desánimo para terminar haciéndole reír. Antes que llegara ha ocurrírsele algo, la miró de frente y dijo:

-       Vamos ha dejarlo.

-       ¿Dejarlo… Por qué… Ya no estas enamorado de mi?

-       No, no es eso. No podría dejar de amarte.

-       Entonces… ¿Por qué quieres dejarlo?

-       Porque te hago daño.

-       ¿Qué te hace pensar eso?

-       Porque lo sé.

No dejó de mirarle, esperando que continuara, aunque sabía que no diría nada más.

-       ¡Y ya esta! ¿Eso es todo lo que vas a decir? … No crees que merecemos algo más que un “Porque lo sé” no crees que deberíamos hablarlo y antes de tomar una determinación tan radical , buscar soluciones, escucharnos… hablar de ello.

-       No hay solución y lo sabes como yo.

-       Sí hay solución, y lo sabes como yo. El problema que crees que hay entre nosotros… desaparecerá cuando tu quieras que desaparezca.

-       Chiqui… te hago daño y tu mirada me hace daño y ya tengo bastante ……

-       ¡¿Qué mirada?! ¿Cómo, se supone, te miro?

-       Tú sabes qué mirada.

-       ¡No, no lo sé! Y ésta conversación empieza a enfadarme mucho. Mejor lo dejamos o terminaremos diciendo lo que no queremos.

-       Estas en todo tu derecho de decir lo que piensas… no solo eso, me gustaría saber lo que piensas.

-       ¿Lo que pienso? Ahora no te voy a decir lo que pienso… sabes que cuando estoy enfadada callo,  porque… entonces, sí que podríamos terminar haciéndonos daño. Mira, solo voy ha decirte lo que siento, pero eso ya lo sabes.

-       ¿El qué sé… lo que sientes ahora mismo? … Supongo que rabia, frustración, incertidumbre.

-       Eso es lo que me provoca tu actitud, hablo de mis sentimientos, lo que, ocurra lo que ocurra… siento por ti.

-       Chiqui, no puedes seguir así, mereces algo mejor.

-       ¡Ya estamos! ¡La canción de siempre! Yo podría decir lo mismo. Ahora saldrás con el rollo de siempre y sabes que es imposible ¡Ni siquiera me atrae físicamente! ¿Sabes qué pasa? Que cuando se tiene ocupado el corazón… no hay sitio para nadie más y lo sabes ¡Deja esa cantinela ya! Por favor… ¡Esa no es la solución!

-       Pero él… sí podría hacerte feliz.

-       ¿En serio te crees lo que dices? Pero… ¿No te das cuenta? ¡Yo, ya soy feliz contigo! Te amo tal como eres y todo lo que necesito para sentirme feliz a tu lado… lo tengo, me lo das.

-       ¿Yo… qué te doy yo? ¡Siempre te fallo!

-       Pues fíjate que hasta cuando crees que me fallas… tengo… noto, lo que necesito para ser feliz a tu lado.

-       ¿Y… qué notas… mi desesperación?

-       También, aunque lo que me llega, alto y claro es tu amor ¿De verdad que quieres dejarlo?

-       Me da igual.

-       Ah… te da… ¿igual?! Pues entonces tendrás que seguir aguantándome, porque a mi no me da igual, yo no quiero estar sin ti ¡Se acabó el problema! … ¿Sabes qué quiero… ahora… en este instante?

-       ¿Qué?

-       Que nos vayamos a casa, hagamos el amor y nos olvidemos de esta estúpida conversación.

 

Con un beso, abandonaron aquel bar.

viernes, 8 de febrero de 2013

Se estaban equivocando


A pesar de todo era feliz, estaba en paz dentro de su ser, por eso creía que se estaban equivocando.

Su tristeza no venía de ahí, su tristeza fue acumulándose cuando vio cómo su mundo se derrumbó a su alrededor, pero no tanto de ese hecho, como de la realidad que se le esbozaba ante aquella ruina.

Su tristeza venía, cuando su memoria se remontaba a esas situaciones y recordar cómo tuvo que salir de ellas, cómo tuvo que recomponer, pieza por pieza, todo ese mundo. Desechando lo que ya no servía, en un intento por recuperar o reparar lo que era utilizable y buscando qué nuevas herramientas podrían interesarla para emprender un nuevo camino.

La hicieron dudar, se hizo preguntas a las que no encontraba respuesta ¡Porque no la había! Ahí no estaban las respuestas. Claro que tenía sentido todo lo que había interiorizado durante esos años. No había vivido en una mentira provocada por ella, un engaño para no sufrir tanto… no, se equivocaban. Quizá… estuvo durante muchos años buscando a ciegas, “dando palos de ciego” pero, desde hace casi cuatro años… todo fue cambiando. A pesar de que a su alrededor, las cosas seguían más o menos igual. Eso, es lo que más la convencía de que se estaban equivocando. En su mundo poco habían cambiado las cosas y aún así… ella cambió, descubrió lo que podría… no, lo que había en su ser. Eso, y saber… conocer qué sintió, en otro momento, cuando creyendo tener todo superado… se dio cuenta, que no era así. Es por lo que llegaba a la conclusión, que se estaban equivocando.

 Pensaba en él y no le provocaba tristeza recordarle, tal vez una pequeña por el hecho de la perdida, pero pensar en él, solo le provocaba ternura, saber lo que aprendió a su lado y sentir que cada momento con él había sido degustado, vivido con intensidad, teniendo conciencia de lo que había habido entre ellos. Desde el primer momento se aceptaron tal cual eran, reconociendo los defectos, aprendiendo a amar aquellas cosas de cada uno que molestaban. Eso sentía en el corazón cuando pensaba en él, no tristeza, no era su perdida lo que la tenía atrapada.

Estaba atrapada en el hecho de haber puesto todos sus esfuerzos en algo que no salió como esperaba y eso era lo que la tenía retenida, frustrada y… triste. El sentimiento de haberles fallado, de no haber sabido hacer todo bien.

 Y si seguía, a pesar de lo que estaba pasando en su mundo, en paz dentro de su ser, aunque confundida, era porque ahora sabía, que es un error poner todas tus expectativas para que las cosas salgan como uno espera.

 Aunque ello no evitaba, en el día a día, por el trato diario con el problema… sentir impotencia, sentirse algo perdida y… a veces… abatida, porque los quería, hasta decir basta y quería verles en paz, de ahí venía su tristeza.
 
Y de un sentimiento muy profundo, el deseo, durante los años vividos al lado de él... de envejecer juntos. Cometió el error de proyectar en ese feliz presente que tuvo, un futuro en el que se veía aún más feliz, de ahí venía ésa profunda tristeza.
E hizo lo que siempre le había funcionado… tecla a tecla, empezó a vaciarse por dentro, en un intento por llegar al fondo, para pegar un buen patadón y volver a la superficie, sabiendo qué hacer.