Vamos a
dejarlo
Una tarde más, se vistió, maquilló para disponerse
a hacer el recorrido, que tan bien se conocía.
Una vez más, miró desde fuera para ver si tenía
suerte, estaba y no tenía que seguir hasta dar con él.
Ahí estaba; solo, cabizbajo, mirando desde el
fondo de aquel vaso.
Entró y como siempre se acercó a él con una
sonrisa, intentando hacerle llegar con su mirada, todo el amor que sentía hacia
él.
- Hola, me aburría en casa.
- Hola –respondió él acercándose para besarla-.
- ¿En qué andas? Estas muy serio.
- Nada… nada nuevo.
Como de costumbre, cada vez que le notaba tan
decaído, empezó a buscar en su mente algo que contarle que le sacara de su
desánimo para terminar haciéndole reír. Antes que llegara ha ocurrírsele algo,
la miró de frente y dijo:
- Vamos ha dejarlo.
- ¿Dejarlo…
Por qué… Ya no estas
enamorado de mi?
- No, no es eso. No podría dejar de amarte.
- Entonces… ¿Por qué quieres dejarlo?
- Porque te hago daño.
- ¿Qué te hace pensar eso?
- Porque lo sé.
No dejó de mirarle, esperando que continuara,
aunque sabía que no diría nada más.
- ¡Y ya esta! ¿Eso es todo lo que vas a decir? … No crees que merecemos
algo más que un “Porque lo sé” no crees que deberíamos hablarlo y antes de
tomar una determinación tan radical , buscar soluciones,
escucharnos… hablar de ello.
- No
hay solución y lo sabes como yo.
- Sí
hay solución, y lo sabes como yo. El problema que crees que hay entre nosotros…
desaparecerá cuando tu quieras que desaparezca.
- Chiqui… te hago daño y tu mirada me hace daño y ya
tengo bastante ……
- ¡¿Qué mirada?! ¿Cómo, se supone, te miro?
- Tú
sabes qué mirada.
- ¡No,
no lo sé! Y ésta conversación empieza a enfadarme mucho. Mejor lo dejamos o
terminaremos diciendo lo que no queremos.
- Estas
en todo tu derecho de decir lo que piensas… no solo eso, me gustaría saber lo
que piensas.
- ¿Lo
que pienso? Ahora no te voy a decir lo que pienso… sabes que cuando estoy
enfadada callo, porque… entonces, sí que
podríamos terminar haciéndonos daño. Mira, solo voy ha decirte lo que siento,
pero eso ya lo sabes.
- ¿El
qué sé… lo que sientes ahora mismo? … Supongo que rabia, frustración,
incertidumbre.
- Eso
es lo que me provoca tu actitud, hablo de mis sentimientos, lo que, ocurra lo
que ocurra… siento por ti.
- Chiqui,
no puedes seguir así, mereces algo mejor.
- ¡Ya
estamos! ¡La canción de siempre! Yo podría decir lo mismo. Ahora saldrás con el
rollo de siempre y sabes que es imposible ¡Ni siquiera me atrae físicamente!
¿Sabes qué pasa? Que cuando se tiene ocupado el corazón… no hay sitio para
nadie más y lo sabes ¡Deja esa cantinela ya! Por favor… ¡Esa no es la solución!
- Pero
él… sí podría hacerte feliz.
- ¿En
serio te crees lo que dices? Pero… ¿No te das cuenta? ¡Yo, ya soy feliz
contigo! Te amo tal como eres y todo lo que necesito para sentirme feliz a tu
lado… lo tengo, me lo das.
- ¿Yo…
qué te doy yo? ¡Siempre te fallo!
- Pues
fíjate que hasta cuando crees que me fallas… tengo… noto, lo que necesito para
ser feliz a tu lado.
- ¿Y…
qué notas… mi desesperación?
- También,
aunque lo que me llega, alto y claro es tu amor ¿De verdad que quieres dejarlo?
- Me da
igual.
- Ah…
te da… ¿igual?! Pues entonces tendrás que seguir aguantándome, porque a mi no
me da igual, yo no quiero estar sin ti ¡Se acabó el problema! … ¿Sabes qué
quiero… ahora… en este instante?
- ¿Qué?
- Que
nos vayamos a casa, hagamos el amor y nos olvidemos de esta estúpida
conversación.
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