domingo, 18 de agosto de 2013

Supongamos

Un día leí una leyenda anónima japonesa, hablaba sobre un «hilo rojo». El texto literal viene a decir: «Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar, contraer o enredar pero nunca romper»  En seguida me hizo pensar en experiencias mías, personas que habían aparecido en algún momento de mi vida, con las que sentí en lo más profundo de mi ser una conexión inexplicable. Aquel descubrimiento me hizo buscar sobre el origen de dicha leyenda y,  cómo no, sacar mis propias conclusiones.

La más popular en los hogares japoneses es ésta:
 Hace mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa, quien tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mandó traer ante su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con un bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: «Aquí termina tu hilo», pero al escuchar esto el emperador enfureció, creyendo que era una burla de la bruja, empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la bebé se hiciera una gran herida en la frente, ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza. Muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda. Y en el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente… Al levantárselo, vio que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente.
 
 Otra cuenta: Que un anciano que vive en la luna, sale cada noche y busca entre las almas aquellas que están predestinadas a unirse en la tierra, y cuando las encuentra las ata con un hilo rojo para que llegado el momento… se puedan encontrar.
 
 Y, hace unos días, hablando de ello con un amigo… recordé. Ya sé que aquí también hay leyendas o dichos sobre este tema. La diferencia es que, casi en exclusiva… se refieren a encontrar tu “Alma gemela”… “Media naranja” y que cuando ocurre, lo sabes, etc.… etc. Es decir, parece que solo ocurriera para encontrar tu pareja –visión, que limita totalmente las esperanzas del personal ¿Qué ocurre si ya hallaste a dicha persona y… por lo que sea… ya no esta contigo? ¡Un tanto desesperanzador!- Probablemente es por lo que llegué más allá en mis suposiciones; aunque… no es cierto, lo que me sucedió en distintos momentos de mi vivir, me hacen verlo desde un punto de vista más abierto y quien, en algún momento de su existencia le ha sucedido algo así… sabe a lo que me refiero,  sin duda… sabe de lo que hablo.
 Sé que hablo de algo extraño cuanto menos, incomprensible e impensable para muchos que, probablemente, lo encasillen en el lugar: “misticismo y tonterías de esas que dicen les pasa a los que están en su mundo” Posiblemente opinen que solo es algo inventado, por no soportar saber que es condición ineludible  del ser humano, sentirse solo. Opinión totalmente respetable, por supuesto pero que no me hace dudar de mi sentir, ni a nadie que lo haya experimentado. Sencillamente, porque es tan intenso y tan real, cuando te sucede, que no existe la menor duda.
 Aún pensando en contra de su existencia…  podemos llegar a suponer que existe dicho suceso inexplicable, vamos a partir de la idea que hay quien ha tenido la fortuna de encontrar un hilo rojo. Encontrándonos en este punto, puedes preguntar al respecto:
 - Entonces ¿qué se supone es ese hilo rojo?-.
 
 Mi respuesta es muy sencilla: Es amor, puro, simplemente, amor a tu mismo ser, es reconocerte, saberlo solo con mirar los ojos de esa otra persona, en un momento instalarse una conexión inexplicable, independientemente sea de tu mismo sexo o no. Es decir, no tiene por qué ser solo el amor que nace entre un hombre y una mujer que se atraen y enamoran y esto es lo genial, aunque… a la vez… puede suponer un problema, por lo fácil que resulta llegar a confundir esos sentimientos tan intensos y es cuando –como dice la leyenda- ese hilo rojo  puede tensarse o se enrede demasiado aunque nunca, se romperá.
 

Hay otras razones para que se enrede o tense. Puede ser que una de las partes, sí sea consciente de haber encontrado uno de sus hilos rojos sin que la otra lo perciba. Se me ocurre compararlo con dos líneas paralelas, que van en la misma dirección, pero no están en el "mismo punto" para terminar de converger. Supongo que, por alguna razón… es como tiene que suceder con dicha persona. Algo quedará, algo que aprender o reafirmar cuando el hilo rojo solo lo percibe una de las dos partes.  
 
 Alcanzando a suponer que exista algo de verdad en esta leyenda… Podemos llegar a imaginar que es una vivencia intensa e inexplicable, por tanto, la sensación del propio suceso nos descoloca, apareciendo confusión e incredulidad. Añade que, a causa de la necesidad que tenemos, de colocar todo "en su lugar" en nuestras mentes… quieres encontrar dónde es que pertenece dicha vivencia. Lo que puede desconcertarnos hasta el punto de confundir los sentimientos.
 
Suponiendo se diera el caso, en el que se nos pusiera  delante un suceso así, lo genial y espontaneo sería, que nos limitáramos a sentirlo tal cual es y nos olvidáramos de filtrarlo por nuestras mentes pensantes, lo percibiéramos … tal como se manifiesta… amor puro y simple. Circunstancia que nos permitiría vivirlo, como suceso único, con su total intensidad.
                             


 



 

viernes, 2 de agosto de 2013

Complicado


Esto no es fácil. Sí, se dice muy rápido; Soltar, eso es todo y sabes que eso es lo que tienes que hacer, sabes que no has llegado a unas conclusiones erróneas, tu experiencia te dice que así es, crees en lo que piensas, estas convencida… crees en lo que quieres hacer.

Pero es tal el desequilibrio que te provoca lo que has decidido que… casi estas a punto de mandarlo todo a paseo y seguir en el mismo sitio, haciendo las mismas cosas, con las mismas dependencias. Pues tu ego no deja de parlotear, poniendo ideas en tu cabeza para que desistas en el intento.

Piensas que vas a fracasar una vez más con el tabaco, piensas que si no entretienes tu tiempo haciendo el tonto por Internet… acabaras, de nuevo en esa montaña rusa que estabas antes, por no estar distraída con algo y no es verdad… lo sé, no lo es.

 Hay argumentos que me cuesta rebatir para seguir en mi postura. Con dejar de fumar: “Voy a engordar” ”Ahora que casi estas en tu peso… engordarás” “Total, lo que me gasto en tabaco… no lo voy a invertir en mi… ya me ha pasado” “Si no voy a ser capaz, huelo a tabaco y me voy detrás” Todo esto lo rebato sustituyendo esos pensamientos con otros que sé que son los acertados ¡Son en los que creo! “Seré más libre” “Ya me encargaré de seguir en mi peso” “Si puedo conseguir otras cosas y más difíciles… esto con mayor razón”

 El miedo a volver ha sentirme perdida, es eso… solo un miedo que mi ego pone, y seguir atrapada. Precisamente aquí, es donde me encuentro con otro obstáculo, difícil de salvar. En estos últimos años he cambiado mucho, no soy la misma, no me siento la misma, la transformación que ha ido sucediendo durante este tiempo… me hace sentir soy otra persona y ver muy lejana aquella que era, con miedos, inseguridad y que no se valoraba. El problema surge cuando me miro al espejo… ¡soy la misma! la imagen me devuelve esa misma persona y me domina un pensamiento: “Puede que no sea tan real ese sentir tan profundo y todo sea, una pantalla de humo para no ver lo real de mi situación".

 A todo esto hay que añadir ese sentir en el que también creo, es mejor no esperar nada, es mejor dejar de pretender llegar a ningún sitio y solo vivir cada instante… sin más. Es con lo que entro más en conflicto, con los objetivos, sé que tengo que olvidar cual es mi objetivo, solo el objetivo de ese instante. Si ahora mismo estoy escribiendo… pues escribo y el objetivo pasa a ser acción, sé que tengo que limitarme a esto, acción día a día y ya.
Sé que así lo conseguiré, y es entonces cuando pasa lo peor… cuando me digo que sé que tiene que ser así, es cuando salen unos pensamientos rebeldes: “¡Quién me mandaría a mi cambiar en lo que estaba! Todo iba bien, equilibrada, a gusto, contenta y con ganas de todo ¿Por qué me empeñé en cambiar algo?” Y el pensamiento más conflictivo surge: “¿En serio creo que esto me va a llevar a conseguir lo que pretendo? Si ya he tenido que soltar en el pasado y de qué modo. Pues… ¿Por qué no seguir como hasta ahora y si ocurre… pues soltaré y si no… para qué pasarlo mal?”

Esto es muy difícil, había dejado de tener estas luchas interiores, estaba en paz ¿A qué viene ahora… hacer esto? Pero un sentir muy profundo me dice que debería probar a ser yo la que elige soltar, y no esperar a que sean las circunstancias las que me lo ponen delante. Esto es complicado…. Muy complicado.