martes, 22 de noviembre de 2011

Relato corto

“Sus Manos”
¿Cuándo un roce deja de ser roce y es caricia? Con esta pregunta empezó todo.
 Lo que ocurrió antes de dicha pregunta desencadenó una tormenta de sensaciones y una tempestad de pensamientos, regadas de confusión, inquietud y el despertar a un nuevo paso, provocado por unas manos recorriendo los brazos de una mujer en letargo, una mujer que ya había despertado de nuevo a la vida y, hasta ese momento, no fue consciente de ello.
“Sus Manos”, así le llamaba ella por vergüenza a que nadie adivinara quién era y qué había ocurrido en su mente, cuerpo y corazón; más era quién y no qué, quién provocó el despertar al amor, cuando creía que nunca más volvería a sentir así por un hombre y menos desde esa magnitud.
Sentía que eran almas afines. Curioso, todo ese tiempo, estuvo admirándolo sin saber que su corazón también sentía lo mismo que su mente: admiración, admiración por un hombre distinto a los demás, un hombre que, sospechaba -porque no lo sabía de cierto, no le conocía tanto- que en lo esencial de cómo ver y vivir la vida eran iguales. Intuía que junto a ese hombre todo podía ser especial, único, extraordinario, enriquecedor y pleno. 
Apasionado, dulce, enérgico, atento, con carácter, con determinación de conseguir lo que se propusiera y con un aire de: “Yo puedo con todo pero... ¿puedo apoyarme un poco en ti, sin que intentes cambiarme?” y sobre todo: Distinto, lleno de frescura, autentico. Así lo veía ella, eso le llegaba de él.
Tan afines… y tan diferentes, con unas diferencias que, en teoría, no deberían ser obstáculo para dar paso a una experiencia de la que podrían enriquecerse mucho juntos. Porque, el corazón no tiene barreras insalvables, ni edades, ni reglas, solo dar y recibir amor. En la práctica… todo se veía con ojos distintos, las diferencias eran una muralla infranqueable, un impedimento que la confundía, quería hacer caso a su corazón y, por una vez, arriesgarse en el amor dando el primer paso ella, pero no encontraba el puente que la ayudara a conseguir la seguridad necesaria.
Un amor imposible, así lo veía ella porque intuía que él buscaba los mismos sentimientos en una mujer… sí, los mismos que su corazón le podía ofrecer pero con la arrogancia de quien se siente joven y busca… lo mismo, cosa que ella ya… no tenía. Eso es lo que también le llegaba de él.
Antes de ocurrir tal revolución en su interior ya tenía la sensación de que algo llegaba tarde a su vida y, con el encuentro de sus sentimientos aquel día, confirmó algo que la hacía sentirse muy triste aunque esperanzada (no sabía muy bien de dónde venía esa esperanza y hacia dónde la llevaría).
 ilusionada, deseosa de que llegaran esos días en que le vería, en que sus ojos se detendrían en ella, en que oiría su voz, su risa, cómo se movía, hasta aquellas cosas que veía difíciles en él… le gustaban,  era su carácter,  por tanto… formaban parte de él. De ese hombre que amaba como una tonta adolescente que descubre por primera vez la sensación de estar enamorada y así pronunciaba su nombre, en su mente, con agitación, casi como algo inaccesible. Sí, porque era consciente que él encontraría ese amor (porque así se lo deseaba ella) joven, inteligente, culta como él y ella sería feliz por él y se sentiría sola, vacía… por ella, porque “esa carta urgente llega demasiado tarde” a su vida y… encontraría un hombre, o no que la amara pero “Sus Manos” siempre sería alguien muy especial en su corazón.
Continuaría su camino con el sentimiento de que había sido traicionada, traicionada por la vida. No, por la vida no, por el tiempo.



Y con éste sentir... cerró un capítulo de su vida. Miró al frente y esperanzada se adentró en su futuro.

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