Juanma
Se encontraba muy a gusto en ese garito en compañía de aquella querida amiga, quizá la música se encontraba algo alta para poder hablar sin gritar, pero se respiraba muy buen rollo.
De pronto la mano de su amiga tiró de ella, con tanto ímpetu que casi hace se le derrame la copa.
-¡Juanma!. –Gritó y mirando hacia ella.- Ven te voy a presentar a un tío muy enrollado, es uno de mis mejores amigos, ven… ven. –Gritaba todo esto mientras tiraba de ella, sin enterarse de los malabarismos que tuvo que hacer para sujetar su copa, mientras intentaba seguir los pasos de su amiga-.
Y menos mal que su amigo, ya se había dado la vuelta porque, literalmente… aterrizó abrazándose a él.
Desde donde la dejó su alocada amiga, observaba a aquel chico… Era bastante atractivo, con aire dulce en su mirada, aunque a primera vista quisiera dar impresión de ser un chico malo. Alto y delgado con camisa y pantalón negro, abrigo que casi le llegaba a los tobillos, también negro, un cinturón lleno de adornos que no alcanzaba a distinguir, una fina cadena que salía del pantalón para acabar de nuevo en él y para completar, unas botas grandes, negras que le hacían parecer más alto.
Mientras, su amiga gesticulaba mucho al hablar. Miraron hacia donde se encontraba ella, su interior casi se sobresaltó, la habían pillado y estuvo a punto, de mirar para otro lado.
Besos, presentaciones y miradas de refilón observándose mutuamente. Aquel chico tenía un magnetismo especial, o eso le llegaba a ella. Su aroma hablaba de frescura en su sentir, un aroma varonil y envolvente que hacía le brotaran diversidad de sensaciones.
Decían algo como que aquí no había quien hablara y, cuando quiso darse cuenta, estaban fuera del garito y los dos sonreían mirándola.
- ¿Qué… qué pasa?. -Les dijo, abriendo los brazos y mirándose, con cara de sorpresa cuando su mirada se tropezó, con aquella copa que aún estaba en su mano. Ya no solo sonreían y a ella le asaltó su sentido del ridículo, que la hacía vacilar entre entrar al garito, bebérsela o soltarla ahí mismo-.
- Tranqui, dame. -Juanma salvó la situación, con un aire protector que la confundió. Cuando se alejaba con la copa, su amiga comenzó a bombardearla a preguntas.-
- ¿Qué te pasa? ¿A que esta muy bien? ¿A que es majo? ¿Te gusta? ¿No quieres saber qué me ha dicho de ti? ¡¿No piensas decir algo?! ¡Vamos que llegará enseguida!.
- ¡Si no me dejas! ¡Ya… por favor! ¡Qué agobio!.
Juanma ya estaba a su lado y con un movimiento firme pero tierno puso su mano en el hombro de ella mientras cogía de la cintura a su amiga.
- Vamos, sé de un sitio donde estaremos más tranquilos.
Aquel chico daba sus pasos gritando al mundo: soy fuerte, no me dejaré arrollar y sus movimientos expresaban: no busco problemas, voy a lo mío. Cosa que la despertó gran curiosidad por conocer más de él.
Mientras la amiga se esforzaba en hacerlos entender, mutuamente que eran las mejores personas del mundo… llegaron a otro sitio dónde había menos gente, con música más tranquila y a un nivel que les permitiría mantener una conversación sin quedarse sin voz.
Empezaba a ponerse nerviosa pues el tal Juanma, no dejaba de observarla aprovechando, que su dicharachera amiga no dejaba de hablar. Sin apartar la mirada de ella, interpeló a su amiga-.
- Al fin has cumplido tu palabra.
- ¿Qué? ¿A qué te refieres? –comprendió solo con percibir cómo miraba hacia aquella amiga que, minutos antes, había descrito como lo mejor de lo mejor.
- Digo, que ésta vez vienes con alguien que creo puede…
No pudo continuar, su amiga ya había pasado a explicarle que Juanma tenía un problema: siempre se equivocaba en elegir a las mujeres y acababa pasándolo mal, por eso le prometió, le presentaría a alguien que valiera la pena.
En ese instante se dio cuenta de la jugada de su amiga, todo lo había planeado con premeditación y alevosía, recordó que en días anteriores la mareó, durante toda una comida, contándole de su amigo Juanma ¡Vaya!... Era él, aunque tuvo que reconocer que no mintió en nada. Era casi perfecto, pero su amiga omitió algo, había un pero, un pero que ponía distancia entre los dos, una distancia… de años, doce exactamente.
Así fueron pasando las horas y fue descubriendo que tenía ante sí a alguien inteligente, con sentido del humor y sincero… muy sincero.
Decidieron dejar aquel sitio y pasear bajo aquella espléndida noche. Increíblemente ocurrió algo impensable para ella, que conocía bien a su amiga, estaba callada, incluso en algunos instantes andaba unos pasos atrás. Le resultaba tan agradable, la compañía y conversación de él, que no fue consciente de ello hasta que la amiga, llamándoles les dijo que estaba cansada y se iba a casa. No vivía lejos, y Juanma cariñosamente le dijo que la acompañarían hasta su portal. Cuando se despedían, ella le dio dos besos diciéndola:
- Tenemos que hablar, eres… lo tenías todo planeado ¿Eh? Y ahora desapareces de la escena, como quien no quiera la cosa ¡Esta me la pagas!.
- Llámame cuando llegues a casa. –dijo sonriendo y con una mirada pícara.
Mientras miraban cómo entraba en el portar, Juanma dijo:
- Bueno, supongo que tú también querrás irte. No creo que tengas ningún interés ya en seguir. Aunque podríamos tomar la penúltima no lejos de aquí y después… te puedo acompañar al metro, o… a tu casa, si quieres, por supuesto.
- No creo que me convenga tomar una penúltima. Escucha, aún te queda noche, entenderé que quieras irte, no quiero que te sientas obligado a cargar con la carroza de la amiga de tu amiga.
- Te aseguro que no podría estar más a gusto en otra parte, me agrada tu compañía y creo exageras ¿Qué tienes… un par de años más que yo? ¿29… 30 años?.
- Gracias por ser tan amable pero súmale diez más a esos dos.
- No… ¡Imposible! Me estas vacilando.
Tanto insistió en el tema que terminó sacando el DNI para que lo creyera. Su única respuesta fue que no le importaba.
- Vamos.
- ¿A dónde?
- No lo sé ¿Importa?
Si hasta aquel momento se sintió a gusto en su compañía, ahora era mejor, con total naturalidad la cogió por la cintura y con esa dulzura que solo puede expresar quien es sincero y auténtico, la empujó para que le acompañara. No hablaban, solo disfrutaban del momento, de una cómoda y despreocupada compañía que se había instalado entre ellos.
Sin vacilar, se sentó en un banco invitándola a hacer lo mismo. Preguntó desde cuándo conocía a su amiga y entre risas contaban, cada uno, anécdotas y situaciones vividas con ella. No podía dejar de observarle; cómo hablaba, sus labios bien marcados y esos ojos azules, limpios y de mirada directa que brillaban en intensidad según lo que decía, con un tono dulce pero firme, una voz fuerte y cariñosa que la hacía desear que nunca callara.
- No me importa.
- ¿El qué? –dijo ella-.
- Esos doce años, me has caído muy bien, me gustas mucho y quiero conocerte. –Los dos callaron, él la miraba como esperando alguna respuesta.
- ¿Y bien? ¿Qué me dices?
- Que eres muy directo y… ¡Acabamos de conocernos! Aunque no hubiera esos años de diferencia entre nosotros….
- Mira, estoy seguro que si no hubiera esos años que dices, estarías reaccionando de otra manera, sé que sientes lo mismo que yo… lo sé y no me preguntes que cómo lo sé, porque sería una forma de intentar eludir lo que ocurre, no quiero eludir nada, yo… lo tengo muy claro.
- ¡Vaya! ¡Qué seguridad! Sorprendente, eres directo, sincero y sin rodeos… ¿Siempre llegas a donde te propones?.
- ¿Y?
- Además… impetuoso e impaciente.
- Impaciente… no. Veras, sé que no tengo nada que hacer, porque terminarás diciendo que no. Solo intento que no lo analices tanto y te dejes llevar por el momento, por lo que nos esta ocurriendo ¿No lo notas? Aunque te atrevas a decirme que no… no te creeré. Es demasiado obvio, y estoy seguro de otra cosa: si la diferencia de edad, fuera al revés… y con lo que ha nacido entre nosotros, no vacilarías ni un segundo.
- ¿Qué es demasiado obvio?
- No intentes eludirme. Hasta esa mujer que esta pasando por delante nuestro lo percibe… ¡¿A qué sí señora?! –No podía creerlo, le dio un manotazo en la pierna mirándole asombrada-.
- ¿Qué haces?
- ¿Qué? Tú no me respondes, esta claro, admite que esta pasando algo importante entre nosotros y me callaré.
Y se quedó ahí, de pie, delante de ella, con una pose retadora y una expresión pícara señaló a otra persona que iba a pasar también por delante de ellos.
- Vale, vale… para, siéntate. Eres persistente, no comprendes que tu seguridad, tu frescura y esa naturalidad tuya para asumir tan a la ligera, algo importante me hacen sentir… totalmente insegura.
- Crees que lo asumo a la ligera… te equivocas, solo es que no me importa, para mi es algo insignificante comparado con lo que despiertas en mi. Aunque comprendo tu inseguridad, quizá es cierto que estoy siendo demasiado impulsivo, toma –extendió su mano dándole una tarjeta- Y no olvides que si no me llamas pronto, tengo cómo poder conseguir tu número de teléfono y hasta tu dirección. -Mientras se guardaba en su bolso aquella tarjeta, él pasó la mano por su hombro, estrechándola de un modo que notaba su comprensión, y ese sentimiento que había asomado entre ellos, sin pedir permiso, sin ser invitado-.
- Creo que he de irme ya o me quedaré sin metro.
- Pues coges un búho.
- Ya pero tarda mucho y su recorrido es muy largo.
- Te acompañaré, y así se te hará más corto. –Con cara de niño triste y mimado continuó diciendo-.
- No te vayas aún, un poco más solo un ratito ¿Sí? ¿Vale?.
Reía, mientras pensada que, además también sabía ser encantador, imposible negarse, tenía tal personalidad que no encontraba armas de defensa contra aquel hombre. En un instante de sinceridad con su interior, admitió que tampoco quería encontrar ningún arma que le pudiera separar de vivir intensamente esa noche mágica.
Ya de vuelta a su vida, lejos de él y su magnetismo, podía pensar con más claridad; y había un miedo latente, intentaba engañarse diciéndose que no saldría bien, la presión del entorno no dejaría que saliera bien. Se engañaba, pero había una vocecita recordándole, que a ella nunca le había importado la opinión de los demás, mientras estuviera segura de que era eso lo que quería y, había dejado bien claro, que a él tampoco le haría mella lo que los demás opinaran. Era ella la que ponía la distancia, no podía evitar pensar que esa distancia en años siempre estaría ahí, y el temor a dejar de parecerle tan interesante, cuando fueran pasando esos doce años, igual para los dos pero desigual desde la diferencia.
Pasara lo que pasara, había algo de lo que estaba segura: nadie podría quitarle nunca, ni ella misma… la sensación que vivió esa noche en que sintió la magia tan de cerca y tan viva.
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