Limitamos esta hermosa palabra. Pareciera que solo
existiera un modo de amar: romántico, nada más. Si interaccionas en tu entorno,
utilizando palabras como: cariño, cielo, amor… provocas miradas de asombro,
miradas interrogantes. Como si solo se pudiera utilizar estas palabras con tu
pareja, tus hijos… tu familia o personas más allegadas –y en privado, pues
pueden tacharte de empalagosa y cosas parecidas si lo demuestras en público-.
Lo que me provoca preguntas: ¿Cómo es que no podemos ver esa palabra, esa
acción; en su más amplio sentido de la palabra, de la acción?
¿Sólo podemos amar a una persona y del sexo
contrario?
¿Y tan solo de un modo romántico?
Entonces ¿Qué es lo que sentimos, por ejemplo, por
esa mascota que tenemos en casa? Considerado como un miembro más de la familia.
¿Qué sientes por tus padres, hermanos, hijos? Es
amor, también les amamos ¿Solo podemos etiquetar una clase de amor… el
romántico?
Si me pongo a analizar qué es lo que me provocan a
mí estas preguntas, tendría que responder y sin dudar en la respuesta, que les
amo a todos sin condición ni excepción. Hay más ¿No es amor lo que se siente al
mirar un atardecer, un amanecer? No, ese sentimiento lo etiquetamos como
admiración, belleza. Bien, pues llámenme rarita pero a mi me provoca amor, al
igual que ver el bosque en otoño; del mismo modo, cuando me encuentro rodeada
de un paisaje tan extenso a la vez que asombroso, en el que sientes la belleza
de lo que te rodea, y esa conexión, es amor.
¿Por qué este símbolo solo lo relacionamos con el amor romántico? |
Llegados a este punto es acertado preguntar de
nuevo ¿Qué es, entonces… el amor?
Si miráramos sinónimos de esta palabra,
encontraríamos: Cariño, afecto, pasión, apego, ternura, amistad, intimidad,
éxtasis, aprecio, estima, compasión. Tal sentimiento… engloba, todos estos
sentimientos ¿Entonces… por qué lo limitamos tanto?
El tema es muy complejo, sin profundizar en él y
así, a voz de pronto… es acertado decir que hay tantas formas de amar y ver el
amor como personas. No quiero, con mi opinión, con mí sentir, condicionar nada;
sino al contrario, hizo una bandera a favor, de ampliar nuestra perspectiva
hacia la palabra amor, hacia la acción de amar.
Tampoco voy a hacer aquí una tesis sobre el tema,
ni soy erudita ni quiero. Tan solo exponer una cuestión y luego… cada uno que
reflexione –si le place- y saque sus propias conclusiones. De todos modos, este
es un tema del que ya se ha hablado y se seguirá hablando… largo y tendido.
Entonces… ¿Por qué hablar más de algo, que tiene tantas versiones de sí mismo?
Quizá porque para mi, esa acción es la más
sencilla acción que puedo llevar a cabo en mi día a día. Tal vez, porque no veo
que sea tan complicado el hecho de amar, como lo ven y viven una gran mayoría
de personas. Es posible que sea porque veo demasiado a menudo, que utilizamos
muy a la ligera la palabra de marras, a la vez… que nos asusta pronunciarla en
nuestro que hacer cotidiano.
Sin duda, si nos amaramos más a nosotros mismos
con nuestros defectos, complicaciones, malos momentos, si aceptáramos cómo
somos en su totalidad –incluido
nuestro aspecto físico, cuando éste no nos convence- entonces… sí, entonces
podríamos amar, sencillamente. Sin adornar nuestros temores, egoísmos y demás
sentimientos que nos llevan a creer que amamos algo que, como digo, lo único
que hacemos es adornarlos con la palabra amor y así, terminamos diciendo un día
que no vamos a amar más a nadie porque el amor se termina, porque no quieres
sufrir más por algo que es tan efímero o frases parecidas ¡NO! El amor no
termina nunca el amor tan solo, esta ahí y nosotros somos los que hacemos “sea”.
Queremos encontrar, lo que no buscamos en nosotros
primero y es por ello, que no termina de funcionar esa relación de pareja,
filial, con algún miembro de tu familia o cualquiera que sea esa relación que
creemos nos une a alguien.
El amor no desilusiona, nos desilusionamos a
nosotros mismos cuando rechazamos algo de nuestro “ser”. Y yo… pregunto ¿Cómo
podemos pretender funcione cualquier tipo de relación que comencemos… cómo
podemos querer que nos amen, si en principio, nosotros mismos, no nos aceptamos
tal cual somos? ¿Cómo podemos aspirar a amar a los demás… sin amarnos, en
primera estancia, incondicionalmente, a nosotros mismos?
Dejemos de limitar esta hermosa palabra. Podemos
empezar por no limitarla con nosotros, con nuestro “ser en sí” y continuar
viéndola como una simple acción hacia todos y todo lo que esta en nuestro
entorno, así de sencillo es amar, si ponemos en ello, una mirada de tolerancia
y compasión que iniciemos hacia nosotros en primer lugar. Así será,
sencillamente, amor sin más.
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